
Oigo tu cuerpo
Oigo tu cuerpo con la avidez abrevada y tranquila
de quien se impregna (de quien emerge,
de quien se extiende saturado, recorrido de esperma)
en la humedad cifrada (suave oráculo espeso; templo)
en los limos, embalses tibios, deltas,
de su origen; bebo
(tus raíces abiertas y penetrables; en tus costas
lascivas -cieno brillante- landas)
los designios musgosos, tus savias densas
(parvas de lianas ebrias) Huelo en tus bordes profundos, expectantes, las brasas,
en tus selvas untuosas,
las vertientes. Oigo (tu semen táctil) los veneros, las larvas;
(ábside fértil) Toco en tus ciénegas vivas, en tus lamas: los rastros
en tu fragua envolvente; los indicios
(Abro a tus muslos ungidos, rezumantes; escanciados de luz)
Oigo en tus légamos agrios, a tu orilla: los palpos, los augurios
-siglas inmersas; blastos-. En tus atrios:
las huellas vítreas, las libaciones (glebas fecundas),
los hervideros.
Destinado a ser hombre sólo y para siempre
John Milton, Paradise Lost
—Te he escuchado
narrar lo sucedido
antes de venir yo.
Puedo contarte
mi historia, pues quizá
no la conoces.
Resta mucho del día.
Sutilmente
intento, como ves,
que no te marches
invitándote a oír
este relato:
—Te perdí el paraíso,
te perdí
la pista que corrimos
del trabajo que cuesta
andar hacia el amor.
¿Cómo ganarme el pan
que no multiplicaste,
harina, levadura,
fécula,
melaza, engrudo
que no pega
los recortes
de personal
con que me fui derecho
a donde sabes,
a no saber ya nada?
—Descubrirás, quizá,
soles y lunas,
con masculina luz
y femenina,
porque los sexos son
fuente de vida
que guarda el almacén
de cada estrella.
—Durante casi un año,
terriblemente,
milagrosamente,
como una gestación
de dos infértiles,
vivimos de la cama,
cuidábamos
la hora de dormir,
los alimentos
y nuestra propia obra,
nuestra obra maestra.
Después de nueve meses
alumbramos, al fin,
una ausencia
que tiene nuestros ojos
y el amor de sus padres,
fallecidos
en el terrible choque
al que sobrevivieron.
—"Mi más sentido pésame."
"Aquí estamos
para lo que se ofrezca."
"Si necesitan algo,
con confianza."
"¿Quién diría? Tan jóvenes,
en la flor de la edad."
"Que Dios los tenga
en Su gloria." ("¿Y los cuerpos?
¿Recuperaron algo
de los cuerpos?")
—Te pedí de favor,
de aquí entre nos,
de en serio júrame,
de no me vayas
a salir con cosas,
de y de qué tal si sí,
de Dios dirá,
de por lo más sagrado,
te pedí, me pediste,
quién dijera.
—Es humo, vanidad
o desatino
ocuparse de más,
pues me convierte
en un ser que no ve
lo que le importa,
ni puede prevenir
lo que le aguarda,
forzándolo a buscar
eternamente.
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